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Sobre Segando un cariño oscuro de Carina Sedevich.

Por Bárbara Jaque

Leo Como segando un cariño oscuro (Córdoba, Ediciones llantodemudo, 2012) de Carina Sedevich justo al salir de vacaciones; un tiempo preciso para dedicarle una lectura en avances y retrocesos; ir y volver sobre las imágenes cotidianas, crudas que nos pueden parecer reconocibles, que están a la vuelta de la esquina o quizás bajo nuestra propia mesa; pero que en forma simple y sencilla, desde el primer poema, logra dibujar esta escritora:

Pobre hijo mío
que solo tiene una madre sola
mil veces sola sobre un montón de tierra.
(…)
Pobre niño sin padre
antes y ahora
segando solo la tierra que no es suya
como segando un cariño oscuro
que se fue cerrando como un puño.

Esta invitación grata se convierte también en un desafío, como lo es en sí misma la poesía escrita por mujeres; sobre todo mujeres que cómodamente hablan y se ocupan de su femenino, mujeres que dejan que sus correntosos ríos se desboquen de cuando en cuando sin intentar poner contención alguna y así dar rienda suelta a todo lo habitable; mujeres con total ausencia de matices masculinos. Se vuelve así el romanticismo, en el más puro sentido de las sensaciones profundas y aun en los momentos ingratos, una dulce aventura que revisitar: “Es arduo en medio de esta hora /salvar alguna hoja girando en una esquina”.

Así es la poesía de Carina Sedevich: capaz de describir con total sutileza, finura, la vivencia que es dolor, quiebre y aprendizaje, la pérdida, el abandono, las revelaciones, la frustración, es decir, la vida diaria cuando es transitada con la urgente necesidad de registrar lo vivido sin miedo a que no sea del todo feliz. Al deslizarse por estos poemas se hace inevitable sentirse recorriendo algún paisaje de la propia existencia: “Todo cae mientras yo miro por la ventana. / Mientras me caliento el pecho con el sol”.

Se mezclan los ritmos, los tiempos y los días; entre las hojas del jardín interior que conforman este relato la autora habita, entre la rabia y la desolación, el amor pleno; a ratos las preguntas se extienden sobre otras preguntas y esta mujer, que puede ser cualquier mujer abre las ventanas, “precisa escribir para salvar el día…”, va de la cocina a los días pasados, hace pausas y continúa hablando con todo lo de ella misma y lo vivido.

De Como segando un cariño oscuro

2
He decidido mirar por la ventana.
Todo cae mientras yo miro por la ventana.
Mientras me caliento el pecho con el sol.
Miro las telarañas entre las rejas
finas, tornasoladas.
Miro las volutas de hierro, sencillas
las que eligió Rodolfo.
He decidido mirar por la ventana
de esta casa enorme.
Acá iba a crecer un hijo nuestro.
Las piñas se amontonan en los árboles.
Acá íbamos a tener una pileta.
Y el color de las paredes iba a ser arena.
He decidido mirar por la ventana.
Inmóvil en la silla, como en un hospicio.
Ver los rosales plantados y olvidados
que crecieron sin darnos una flor.
Los yuyos del invierno, las agujas
que caen de los pinos, las gramillas.
El gris de los ladrillos que costaron tanto.
He decidido mirar por la ventana.
Repasar en silencio la alegría perdida
con esta ropa vieja de todos los inviernos.

22
El día más largo del año
coagulo a mediodía.
O tal vez se rompió la bolsa
del alivio. O tal vez
se rompió la bolsa del abismo.
Pero algo cuajó
y nos callamos.
Por fin.

25
Para nosotros
quiero escribir sobre una cosa limpia.
Sacarlo de entre todo como a un pájaro vivo.

Hubo.

Es arduo en medio de esta hora
salvar alguna hoja girando en una esquina.

Ahora me quedo silenciosa
sentada frente al blanco de la calle
y miro.

Cualquiera diría que recuerdo.

Pero no podría recordar
y quiero
escribir simplemente
que lo hubo.

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